Desde que se iniciara el Éxodo Rural con la crisis económica y alimentaria de la posguerra y desde la consolidación de este fenómeno migratorio masivo con el desarrollo económico e industrial a partir de los años 60 hasta nuestros días, el medio rural no ha cesado de perder población. Y hoy día este inexorable proceso y el olvido institucional y político está conduciendo, a la denominada “España Vaciada” despojada de su población y recursos, al borde del abismo. Según el Mapa 174, un estudio del SSPA (Red de Áreas Escasamente Pobladas del Sur de Europa, por sus siglas en inglés), publicado en octubre de 2020, la desaparición de un 44% de los pueblos españoles está muy cerca ya que su futuro depende únicamente de la esperanza de vida de sus últimos habitantes.
Peñaranda de Duero no es ajena a esta sangría demográfica. Su población ha pasado de 1773 habitantes en 1940 a 516 habitantes en 2020. Y en los albores de la década 2020, la principal actividad del municipio sigue siendo la agricultura intensiva. En estas últimas décadas no hemos logrado desarrollar un tejido industrial, como algunos pueblos del entorno, que hubiera posibilitado que los jóvenes de nuestra localidad permanecieran en ella con mejores perspectivas de futuro.
Frente a esta decadencia demográfica de Peñaranda que ya está redundando en una decadencia económica con la pérdida de servicios y recursos, el gran reto para el futuro de este municipio tiene que ser el desarrollo de un turismo patrimonial de calidad. Tenemos la suerte de pertenecer al club selecto de los 27 pueblos de la provincia de Burgos con el nombramiento de conjunto histórico. Y el privilegio a su vez de formar parte de los 8 únicos pueblos con dicho nombramiento en la comarca de la Ribera del Duero. Este nivel de reconocimiento viene por el hecho de que somos uno de los pueblos de la provincia que atesora más bienes de interés cultural (BIC). En nuestra villa, 5 bienes patrimoniales ostentan esa condición.
La primera toma de consciencia del valor del patrimonio histórico artístico de Peñaranda de Duero surgió el 11 de agosto de 1923, durante el último gobierno constitucional del reinado de Alfonso XIII presidido por el liberal Manuel García Prieto que declaró por primera vez monumento nacional a uno de los principales elementos patrimoniales del municipio: el palacio de los Condes de Miranda. Pese a ese nombramiento, el tratante de arte y mayor expoliador del arte español conocido hasta hoy día: el estadounidense Arthur Byne, intentó en 1925 comprar esta joya del patrimonio arquitectónico peñarandino para desmantelarla y trasladarla a Estados Unidos.
Más tarde, durante la 2ª República Española, se recoge, por primera vez, la protección del patrimonio en una constitución española. El artículo 45 dice lo siguiente: “Toda riqueza artística e histórica del país, sea quien fuere su dueño, constituye el Tesoro cultural de la nación y estará bajo la salvaguardia del Estado...El Estado protegerá los lugares notables por su belleza natural o por su reconocido valor artístico o histórico.” Este artículo supondrá el control total del Estado hacia la administración de los bienes culturales partiendo de la base del interés público hacia el patrimonio al considerarse éste una herencia común y objeto de disfrute público. Y la República dio un salto cualitativo en la tutela del patrimonio declarando la cifra masiva sin precedentes de 897 monumentos a través del Decreto de 3 de junio de 1931: entre éstos el castillo y el rollo jurisdiccional de Peñaranda.
En la era ya del régimen franquista, se emprende unas obras de rehabilitación, reforma y acondicionamiento del palacio de los de Condes de Miranda y del castillo con el arquitecto Anselmo Arenillas en la década de los 50 con unos discutibles criterios a nivel de restauración. El hecho de mayor gravedad fue su proyecto de construcción de un edificio destinado a una escuela de mandos de la Sección Feminina de la Falange que supuso la destrucción parcial del palacio. La parte desaparecida era un cuerpo en forma de U adosado al palacio que contaba con una galería que daba a los jardines traseros y una ala que prolongaba la fachada actual. Fue sin lugar a dudas la pérdida más importante del patrimonio artístico de Peñaranda en toda su historia que supuso la amputación de una parte de la estética de la plaza.
Entre 1961 y 1963, el arquitecto Francisco Pons Sorolla, autor de casi todas las actuaciones de reconstrucción y recuperación del patrimonio histórico a nivel nacional durante el franquismo, dirigió la ordenación de la plaza mayor y su entorno así como la restauración por primera vez de la vieja arquitectura popular en estos espacios con el fin de mejorar la armonía del conjunto. Si su tendencia a convertir los núcleos históricos en un ambiente “musealizado” puede generar controversia desde los criterios actuales, su intervención en Peñaranda revitalizó completamente un conjunto patrimonial en decadencia.
Y como toda renovación de un núcleo histórico con valor artístico llevada a cabo durante el franquismo, la obra de Pons Sorolla en Peñaranda culminó con la declaración el 25 de abril de 1974 de este municipio como Conjunto Histórico-Artístico. El otorgamiento de este sello de calidad obedeció a la inclinación de los gobiernos franquistas por oficializar los enclaves singulares y potenciar así los recursos turísticos del país. Lo cierto, es que la recuperación patrimonial de Peñaranda y su nombramiento posterior cambió desde entonces la perspectiva de este pueblo situándolo en el mapa turístico provincial.
Sin embargo, el reconocimiento del valor artístico de nuestro conjunto patrimonial no impidió en los años 70, 80 y 90 que parte del caserío de dicho conjunto se viera alterado estéticamente de la mano de sus propietarios privados. Se han reformado casas o reconstruido otras en estado de ruina típicas de la arquitectura popular peñarandina sin tratar de restituir o al menos imitar el estilo que tuvieron anteriormente. A partir de ahí podríamos preguntarnos: ¿Por qué se ha llegado a producir una alteración de la estética de las casas del casco histórico de nuestro municipio a pesar de su condición de Conjunto Histórico-Artístico?
En primer lugar, en Peñaranda, al igual que en muchas localidades de la comarca no ha habido entre el vecindario una sensibilización en relación a este patrimonio. El deseo de preservarlo y protegerlo debe surgir de una voluntad colectiva de auto reconocimiento sociocultural y admiración por el mismo.
En segundo lugar, nuestra arquitectura popular ha perdido su arraigo también debido a los procesos de globalización así como los cambios de los modos de vida. El desarrollo económico y la revolución industrial de los 60 provocó en el medio rural el éxodo rural masivo de sus gentes y una transformación sin precedentes de sus procesos productivos. Y en el ámbito de la arquitectura, la lógica de la construcción tradicional fue dejando paso a la lógica de la construcción industrial.
Antes, las edificaciones tradicionales se hacían con mortero de cal, barro, madera y piedra, eran enteramente ecológicas y 100% respetuosas con el medio ambiente. Estos materiales empleados en las construcciones se extraían del entorno inmediato y al final de su vida útil se desintegraban en el medio de forma natural y limpia. Las casas eran construidas por sus propios habitantes o artesanos locales (canteros, carpinteros, tejeros, herreros…) que recurrían a técnicas constructivas y recursos estéticos resultantes de largos procesos históricos.
En cambio, actualmente se opta mayoritariamente por una forma de construcción industrial donde predomina el empleo de una diversidad de estructuras prefabricadas, materiales y equipamientos estandarizados más funcionales que permiten edificar de forma menos laboriosa y más rápida. Pese a ello, este modo de construir no resulta nada beneficioso para la salud de los moradores de este tipo de viviendas. Las edificaciones modernas con finas paredes y cerramientos de cemento no transpiran y constan de tanto plástico tóxico no auto-reciclable como sea necesario (puertas, ventanas, impermeabilizantes, sistemas de aislamiento térmico y acústico, etc.). La tendencia a cerrar herméticamente las casas deriva en el uso de sistemas de ventilación automatizados también de plástico tóxico.
En el núcleo histórico de Peñaranda se encuentran ejemplos de casas cuyas fachadas no corresponden a la tipología tradicional de las fachadas antiguas del Conjunto Histórico. Éstas se han construido de forma industrial sin ningún criterio estilístico y han modificado una parte del paisaje que ofrecía el caserío. Además, el cambio de modo de construir ha acarreado la vertiginosa pérdida de los conocimientos y técnicas relacionados con los oficios tradicionales de la construcción. Se debería impulsar la recuperación de materiales, y sistemas tradicionales como ha ocurrido en otros lugares de la Unión Europea. Ello contribuiría al mantenimiento de este Patrimonio Inmaterial de los oficios y a la conservación de la arquitectura tradicional como a la aplicación de estas soluciones ecológicas en las nuevas construcciones.
Con el fin de controlar la evolución urbanística del conjunto histórico, evitar la alteración de su paisaje y por la tanto la pérdida de su valor artístico, el ayuntamiento crea el 16 de mayo de 2007, el Plan Especial de Protección del Casco Histórico (PECH) para reforzar e impulsar su preservación. Mediante éste se elabora una relación de 313 bienes inmuebles, espacios y bodegas catalogados con un determinado nivel de protección teniendo en cuenta sus características arquitectónicas y su pertenencia al declarado Conjunto Histórico de la localidad. Este plan incluye además el inventario de los 5 Bienes de Interés Cultural (BIC) de la localidad. Uno de ellos la Botica recién nombrada el 20 de marzo de 2007. La paradoja es que el plan establece a su vez una relación de otros 105 bienes inmuebles del núcleo histórico ya descatalogados porque no tienen una tipología e interés tradicional. Este hecho viene a justificar la afirmación anterior de que el conjunto histórico de Peñaranda ha sufrido alteraciones. En el momento de la elaboración del plan, un 25% de sus edificios ya no conservaban su estética tradicional. Esto demuestra que la elaboración del PECH era clave para la supervivencia del Conjunto Histórico. Hoy día, 13 años más tarde, habría que actualizar el inventario de bienes descatalogados para medir la eficacia del mismo.
Tenemos sin duda alguna que proteger cada vez más el patrimonio pero esta consideración nos situa ante una paradoja. Si llevamos la protección del patrimonio a su paroxismo corremos el riesgo de colocarlo en una urna de cristal y perjudicar seriamente su pervivencia y futuro. No puede ser que adoptemos un planteamiento “conservacionista” (la teoría de mantener los edificios en su estado más original) con toda clase de patrimonio: los principales monumentos públicos y eclesiásticos y al mismo tiempo los bienes inmobiliarios privados. Si queremos que el patrimonio de origen privado no caiga en ruina y tenga un futuro las administraciones públicas no pueden ser tan restrictivas con la iniciativa privada dispuesta a salvar los edificios antiguos invirtiendo en proyectos que supondrán su reaprovechamiento para la sociedad actual. Tiene que haber un equilibrio entre la búsqueda de la preservación de la esencia arquitectónica de estos edificios y la necesidad de adaptarlos al nuevo modo de vida y a los nuevos usos. Hay que permitir en la rehabilitación de estas edificaciones del pasado, un mínimo cambio sensato en su interior, en su exterior o en su estructura y que este añadido o modificación se corresponda con el estilo de la arquitectura popular del lugar.
En la mayor parte de los casos, sería conveniente abordar la restauración del patrimonio en Peñaranda desde un planteamiento “historicista” (teoría basada en la reinterpretación en estilo para completar y mejorar la obra original) tal y como lo hiciera en su día Pons Sorolla en nuestra localidad. Deberíamos aplicar esta teoría sobre todo en la restauración de las casas privadas para que los proyectos de rehabilitación se desarrollen con un margen de actuación más amplio. Esto fomentaría desde luego la recuperación de los núcleos históricos. Si no escogemos esta vía la iniciativa privada seguirá optando por desarrollar nuevas construcciones más allá del núcleo más protegido. Y por el contrario, el núcleo urbano tradicional permanecerá sumido, como en Peñaranda, en un inmovilismo que va derivando ya en el abandono y grave deterioro de una parte de las casas del Conjunto Histórico.
Otra de las razones de su situación actual es la inversión de mucha consideración a efectuar en la rehabilitación de una casa catalogada. A menudo esto nos hace caer en el círculo vicioso de intentar desprendernos de este patrimonio tratando de especular con la venta de un inmueble ubicado en un Conjunto Histórico. El problema es que en la actualidad no existe en el mercado una demanda dispuesta a absorber los costes tan elevados de la compra y rehabilitación de este tipo de bien inmobiliario, de ahí aquí también la situación de nuestro núcleo.
Por este motivo, es necesario desarrollar en Peñaranda desde el ayuntamiento un Plan de Recuperación y Mantenimiento del Patrimonio. Para ponerlo en marcha es necesaria la creación de un Equipo de Trabajo integrado por personas del ámbito civil sensibilizadas y dispuestas a trabajar por la salvaguarda del patrimonio arquitectónico de nuestro municipio. Este equipo tiene que ser pilotado y supervisado por la Concejalía de Turismo y Patriminio. Sus principales cometidos serían en primer lugar: establecer un censo de los monumentos y de las casas del conjunto histórico en un estado inicial o en un proceso ya avanzado de deterioro para prevenir que dichas edificaciones se conviertan en futuras ruinas. En segundo lugar: contactar con los propietarios de las casas detectadas para averiguar si están predispuestos a rehabilitarlas y si necesitan una ayuda económica para el tipo de obra a acometer. En tercer lugar: buscar la cooperación e implicación de las consejerías autonómicas competentes en materia de Defensa del Patrimonio para lograr recuperar y poner en valor el Patrimonio de Peñaranda mediante un adecuado mantenimiento. Dada la magnitud de recursos económicos que requiere la restauración del patrimonio público y privado, la cuarta misión del Equipo de Trabajo sería: buscar la colaboración e implicación a su vez de actores e instituciones como Diputación, SODEBUR y ADRI para la captación y concesión de los fondos necesarios para la recuperación y mantenimiento de nuestro Conjunto Histórico. Gran parte de éstos se concederían en forma de incentivos a los propietarios privados predispuestos a restaurar sus bienes inmobiliarios catalogados. Y para reconocer la labor realizada por la propiedad privada en el campo de la recuperación de la arquitectura popular, sería muy acertada y apropiada la creación por parte de la Concejalía de Turismo y Patrimonio de un Premio Anual a la mejor restauración o construcción de un edificio al modo tradicional en Peñaranda.
Sin embargo, el mantenimiento del patrimonio no consiste únicamente en recuperarlo dedicándole recursos económicos sino que hay que dotarlo de “vida” para que no vuelva a deteriorarse sobre todo en el caso del patrimonio público. Y recuperar el pulso de estas infraestructuras históricas públicas se consigue asignándolas una nueva vocación para que lo bello y artístico tenga perspectivas de futuro, una utilidad y podamos disfrutar todos de ello.
En Peñaranda tenemos tres ejemplos de infraestructuras históricas públicas en proceso de deterioro, necesitadas de una intervención de envergadura, urgente en menor o mayor medida que pudiera llevarse a cabo mediante el Plan de Mantenimiento del Patrimonio al que hemos aludido anteriormente, para su salvación, recuperación y nuevo uso.
Está el caso de la denominada Casa de Artesanía en la calle Real que con en torno a 300 metros cuadrados de superficie repartidos en tres plantas podría albergar un museo dedicado a la puesta en valor de la cultura y tradiciones de nuestro pueblo y la sede de nuestro grupo de folklore local con sala de baile incluido. Este edificio podría contener también un centro para la divulgación y promoción de la artesanía local o servir de espacio de coworking para las micro-empresas, autónomos y freelance locales (con despachos y salas de reuniones habilitados). Las rentas generadas por las cuotas u alquileres cobrados en el marco de esta actividad contribuirían a financiar el mantenimiento de este inmueble: uno de los edificios más emblemáticos del Conjunto Histórico.
El ayuntamiento dispone a su vez de un lagar antiguo en la calle Tercios con gran valor etnográfico dado que conserva todos sus elementos característicos. Tras la completa rehabilitación de su estructura y la restauración y puesta en valor de su contenido, este edificio podría convertirse en el complemento ideal a las actuales visitas enoturísticas organizadas por el ayuntamiento a la bodega subterránea denominada “La carcel”. Y por lo tanto, se podría incorporar este nuevo espacio museístico de carácter etnológico y enológico a los paquetes turísticos organizados desde el ayuntamiento que combinan distintas fórmulas de visita a los bienes patrimoniales más destacados e interesantes de Peñaranda.
La tercera infraestructura es un inmueble con gran valor etnográfico: el antiguo matadero municipal situado junto al puente sobre el río Arandilla en dirección hacia La Vid. La propia ciudadanía ha planteado reciéntemente un proyecto para su rehabilitación y cambio de uso para que se convierta en un espacio cultural para la juventud. Dicho proyecto de rehabilitación propone y preeve la recuperación de los muros de fábrica del edificio con la mampostería vista tanto interiormente como exteriormente. Se pretende también dejar a la vista sus elementos estructurales de madera para poner de realce más si cabe el carácter tradicional de este edificio. Dado que la labor pendiente del ayuntamiento en el campo de la recuperación del patrimonio de Peñaranda es considerable y los recursos económicos a dedicar a éste son ingentes, la mayor parte de los trabajos de rehabilitación de este infraestructura destinada al ocio de la juventud se harían a través de la implicación y participación de la ciudadanía.
Otra alternativa para el antiguo matadero sería atribuirle un uso relacionado directamente con el Proyecto Ruta de los Molinos de Agua. El conjunto de la Corporación municipal dio su apoyo institucional el 14 de noviembre de 2019 para la realización de dicho proyecto presentado por la Asociación Vecinal Virgen del Pino. Éste plantea la recuperación de unos caminos rurales a orillas de los ríos Pilde y Arandilla para crear una ruta de senderimo entre Peñaranda y el barrio de Casanova que contribuiría a la puesta en valor de nuestro bosque de ribera y el desarrollo del ecoturismo en la zona. El antiguo matadero está integrado en el itinerario de esta ruta y se le podría conferir un uso como Centro de Interpretación de la fauna y flora del bosque de ribera y del patrimonio etnográfico ubicado en la orilla de nuestros ríos.
Al fin y al cabo, la puesta en valor del patrimonio tanto público como privado a través de su restauración y además de su cambio de uso en determinados casos, contribuirá a potenciar el atractivo turístico de nuestro Conjunto Histórico y por lo tanto el desarrollo del turismo patrimonial en nuestro municipio. Tenemos que ser conscientes de que en los pueblos donde se restaura el patrimonio se estimula y dopa la economía local. Los monumentos y el caserío privado recuperados y puestos en valor de un Conjunto Histórico permiten que reabran o florezcan nuevos comercios y servicios orientados hacia el ocio de los turistas: hoteles, restaurantes, panadería, cafetería y repostería, tiendas de souvenirs, tiendas de productos gastronómicos y artesanales, galerías de arte y antigüedades, un centro ecuestre etc., que se cree paulatinamente un tejido de pequeños negocios. El medio rural de esta forma recobra vida y crea su propia fuente de riqueza ya que se fomenta el empleo con una industria como el turismo patrimonial que no es deslocalizable y que posibilita el aumento del poder adquisitivo, la calidad de vida y bienestar de sus habitantes.
Se puede dar incluso la circunstancia que la restauración y el nuevo uso enfocado al turismo patrimonial atribuido a tan solo un gran monumento de un pueblo pueda por si solo suponer un cambio sin precedentes en su economía y en la de sus localidades vecinas. Esto podría suceder en Peñaranda con un gran complejo como el Palacio de los Condes de Miranda.
Desgraciadamente, desde hace una década, esta infraestructura propiedad de la JCYL, está totalmente desaprovechada y no está cumpliendo una función clave para la economía del pueblo cuando lo podría hacer. Su zona contemporánea está inoperativa y en su zona noble se realizan visitas turísticas en horario muy limitado y a muy pocas estancias de la misma. Hay que subrayar igualmente que las visitas a la zona noble se hacen solo para disfrutar del valor artístico de su arquitectura dado que todos sus espacios están vacíos de contenido y no están ambientados.
Es absolutamente vital para Peñaranda que en pleno siglo XXI el edificio más suntuoso de su Conjunto Histórico catalogado BIC vuelva a desempeñar un papel fundamental para nuestra localidad tal y como lo hiciera en su época de mayor esplendor: el Renacimiento, cuando la actividad económica, social y cultural de la villa giraba en torno al Palacio de los Condes de Miranda. La mejor forma de que recupere su papel preponderante sería la conversión de todo el complejo es decir tanto la zona contemporánea como la zona histórica en un Parador de turismo para potenciar el turismo de calidad en la localidad y redinamizar así su actividad económica y la de todo su entorno.
Una cadena hotelera pública de alto standing como lo es Paradores se diferencia de cualquier otra cadena hotelera por la magnitud del impacto de la instalación de un nuevo Parador en una zona rural. En primer lugar, genera un efecto de atracción a otros tipos de hoteles, a restaurantes y a servicios turísticos en general y a la afluencia de turistas al destino donde el Parador se ubica. En una palabra, esta marca emblemática de hotel colocaría a Peñaranda ya no en el mapa turístico provincial o regional sino que la situaría en un lugar privilegiado en el mapa turístico nacional. Con lo cual el salto cualitativo no tendría comparación.
En segundo lugar, otro aspecto a tomar en cuenta es que los Paradores están dotados de equipamientos institucionales y culturales para la difusión constante de las Artes (Pintura, Escultura, Música, Teatro y otras disciplinas artísticas). Cada Parador cumple una función museística ya que las 9.000 piezas de la colección artística de esta cadena hotelera pública están repartidas en sus 97 establecimientos. En este sentido, el Palacio de los Condes de Miranda ofrece unas instalaciones inmejorables para la celebración de actividades culturales y exponer obras de arte. Nuestro complejo palaciego dispone ya de antemano de un auditorio, aulas para conferencias, sala de exposiciones y otras estancias que se podrían convertir en espacios expositivos.
En tercer lugar, la apertura de un Parador en Peñaranda generaría además la creación de empleos directos e indirectos, el asientamiento de nuevos habitantes y una demanda creciente por lo tanto de la vivienda. Un hotel de estas características contribuiría a implantar e impulsar en nuestra localidad un turismo de calidad, fomentaría nuevas oportunidades laborales para acceder a puestos cualificados del sector turístico. Las instituciones locales entrarían a desarrollar de forma activa actuaciones formativas que permitirían a sus habitantes superar con éxito el proceso de selección de dichos puestos. La consecuencia de todo esto sería la mejora de la renta per cápita de la población del entorno del Parador con efectos directos en la aportación de nuevos servicios e infraestructuras al municipio.
Los Paradores instalados en el medio rural han actuado siempre como auténticos catalizadores y motores para su desarrollo económico. Ahí tenemos el ejemplo cercano del único Parador abierto en la provincia en 2003 en Lerma que transformó por completo la vida de este pueblo. Por este motivo, el actual partido gobernante en el ayuntamiento de Peñaranda no debería desaprovechar la oportunidad de sugerir a la JCYL que se explore las posibilidades de conversión de todo el complejo palaciego en un Parador de turismo. Y lo debería hacer antes de que esta institución resuelva sobre el futuro de esta infraestructura. Tenemos que ser conscientes de que merece la pena intentarlo. Si lograramos despertar el interés de esta prestigiosa cadena hotelera para el desarrollo de un proyecto de Parador por primera vez en la Ribera del Duero, esto nos propulsaría y convertiría probablemente en unos de los destinos más atractivos a nivel turístico de la comarca.
No obstante, la consecución de un proyecto de este tipo no nos debería conformar. El gran reto para Peñaranda y para el indispensable equipo de trabajo dedicado a la preservación del patrimonio, tiene que ser la recuperación y puesta en valor de todo las clases de patrimonio edificado del que consta el núcleo histórico y el embellecimiento de sus calles y fachadas. De este modo, nos convertiremos realmente en el pueblo más atractivo y bello de la Ribera del Duero.
Todos los edificios, espacios públicos y calles del casco histórico de Peñaranda tienen que ser un gran escaparate y un museo a cielo abierto. Antes de que los visitantes admiren nuestros monumentos y el valor de su contenido tienen que sorprenderse y admirar la belleza también del estuche de estas joyas es decir el caserío. Todos los bienes acumulados dentro del Conjunto Histórico a lo largo del tiempo por nuestras generaciones anteriores que constituyen el patrimonio histórico, artístico y etnográfico más valioso de Peñaranda son merecedores de su conservación y transmisión a las generaciones futuras. Por lo tanto, los peñarandinos y la sociedad en general tenemos el deber moral de preservar y mantener la riqueza patrimonial de este municipio. El patrimonio nos recuerda permanentemente nuestra Historia ya que las piedras “hablan” y representan la memoria colectiva y el alma de un pueblo. Es por ello que tenemos que ser más conscientes de la enorme importancia de nuestro patrimonio vernáculo y sentirnos orgullosos de éste.
Y como decía Victor Hugo en su panfleto Guerra a los demoledores (publicado en 1832): “Existen dos cosas en un edificio: su uso y su belleza. Su uso pertenece al propietario, su belleza a todo el mundo, a usted, a mí y a todos nosotros juntos. Por lo tanto, destruirle es sobrepasar su derecho.” A modo de conclusión, lo que viene a decir el gran escritor francés es que la belleza del patrimonio pertenece tanto a su propietario como a todos nosotros y que todos somos colectivamente depositarios de la misma. Victor Hugo fue el gran precursor de la defensa y conservación del patrimonio arquitectónico en Francia en el siglo XIX que sitúa al poder gubernamental ante sus responsabilidades en este campo y denuncia de forma muy dura la pasividad e ineficacia de la burocracia y de las instituciones administrativas en dicha materia. Éstas que llegan demasiado tarde cuando los edificios están ya en un estado deplorable de ruina.
Javier Sánchez