Un nuevo contrato social.

La consecución del Estado del Bienestar durante el siglo XX es considerado, con razón, como uno de los grandes éxitos de las democracias occidentales. La expansión del modelo Keynesiano de economía mixta, a través del cual la población podía mejorar sus condiciones de vida y crear una clase media que ganara estabilidad económica y derechos sociales.


Sin embargo las dinámicas de este siglo XXI han cambiado respecto al pasado, lo que ayer era válido hoy es insuficiente. Las crecientes desigualdades así lo demuestran.

Un contexto enormemente cambiante deja en evidencia la necesidad de contemporizar el modelo de Estado de Bienestar en arreglo a las nuevas condiciones.

Los síntomas para atender esta revisión se manifiestan en diversas formas pues son muchos los retos que afrontar. Si hablamos de occidente: la prolongación de crisis socioeconómicas de las cuáles no se termina de salir, la injusticia fiscal, una población envejecida, tasas de natalidad bajas, clases medias asfixiadas por la burocracia y los gobiernos o desfase en las estructuras del empleo.

La reforma del Estado de Bienestar debe colocar otra vez en el centro  a las personas, actualizando sus derechos, aspiraciones de vida y expectativas para seguir cumpliendo su cometido.

No en vano el también llamado Estado benefactor o providencial se define en la búsqueda de una mayor atención a la redistribución y bienestar general de la población a través de servicios eficientes.

Recientemente el sociólogo Vicenç Navarro, experto en economía política y políticas públicas, hablaba de desarrollar un cuarto pilar del bienestar en la corresponsabilidad de trabajo familiar.

Algo imprescindible para que la mujer no sea penalizada en el mercado laboral y pueda conciliar su proyecto y ambición profesional con el ámbito personal.

A todo, habría que sumar la inexorable influencia de la Cuarta Revolución Industrial, y más pronto quinta. Mientras que en unos sectores industriales los avances tecnológicos se integran a la perfección y dan lugar a un crecimiento notable de producción, en otros sectores la adaptación está siendo más difícil. 

La digitalización del bienestar se presenta como una empresa altruista y noble diseñada para garantizar que los ciudadanos se beneficien de las nuevas tecnologías.

Pero a efectos prácticos desde algunas instancias se usa de parapeto para presupuestos reducidos, elegibilidad restringida y menos servicios.

A pesar de las amenazas si se quiere seguir avanzando en línea a los cambios en muchos países del mundo están promoviendo la transformación hacia “Estados de bienestar digital” cuando  los sistemas de protección y asistencia social están cada vez más impulsados por datos digitales y tecnologías utilizadas para automatizar, predecir, identificar, monitorear, detectar problemas y ofrecer soluciones.

El hacerlo requerirá más valor que promesas electorales e ir más allá del dogmatismo. Una empresa compleja pero necesaria sentando a todos los sectores, industrias y representantes de la sociedad civil y sus colectivos.

De conseguir un renovado modelo de bienestar modernizado y un nuevo contrato social será la mejor garantía para el progreso de sociedades cada vez más afectadas por el dinamismo y pluralismo.

Por Jorge Dobner

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